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miércoles, 28 de enero de 2015

ESTIMULANDO EL APETITO

Son muchos los motivos por los que una persona puede perder las ganas de comer: enfermedad, depresión, estrés, problemas personales… En estos casos, debemos esforzarnos para volver a estimular su apetito y que recuperen el placer de comer.

Aspectos fundamentales a tener en cuenta son la vajilla, las combinaciones de colores, la decoración y la presentación de la comida. Todos sabemos que los alimentos primero “entran por los ojos”, de manera que debemos prepararlos para que llamen la atención.
Además es de gran ayuda elegir los alimentos preferidos de la persona en cuestión y procurar servirlos aprovechando el aroma que pueden desprender al prepararlos.

Alimentos muy usados en las dietas con enfermos son el filete de ternera, la pechuga de pollo o el lomo a la plancha. Se trata de opciones que resultan secas y difíciles de comer, pero si por ejemplo servimos el lomo cocinado a la cazuela con limón y canela o a la plancha con naranja o piña, tendrá un aspecto y sabor mucho más apetecible. Y en cuanto a la pechuga de pollo, la podemos acompañar de salsa de calabacín o de champiñones.
Si vamos a servir judías verdes, las podemos mezclar con champiñones, calabaza o sopa de tomate en lugar de patatas cocidas.


Si estamos hablando de una dieta por enfermedad, debemos tener cuidado de aportar al enfermo toda la energía que necesita, pudiendo ser necesario recurrir al enriquecimiento de los platos con quesos, frutos secos, aceitunas o aguacate.

lunes, 12 de enero de 2015

SENTIRSE BIEN COMIENDO

Todos sabemos que nuestras emociones están conectadas de alguna manera con nuestro aparato digestivo. Podemos considerar que, además de nuestro cerebro, el intestino actúa como un “segundo cerebro” por el gran número de neurotransmisores y hormonas que fabrica, y por la cantidad de nervios que contiene.

Situaciones como hinchazón abdominal, dolor de estómago o estreñimiento van a provocar que nuestro estado de ánimo empeore apareciendo cansancio, irritabilidad, fatiga…

Por todo ello, debemos ser conscientes de que podemos mejorar ese estado anímico con ayuda de los alimentos, asegurando un buen aporte y asimilación de nutrientes que se lleve a cabo mediante una correcta digestión.

Algunos ejemplos son los siguientes:

-          Agua: debemos tener cuidado ya que es un “arma de doble filo”. Tomada en cantidades adecuadas facilita la digestión y nos hidrata, pero en exceso puede provocar distensión abdominal (hinchazón)

-          Grasas: una elevada ingesta de grasas, al igual que los cítricos, demasiada fibra o el picante, pueden irritar el intestino

-          Fibra soluble: la encontramos en avena, verduras, frutas y legumbres, y nos ayuda a mejorar las digestiones y el tránsito intestinal para sentirnos bien

-          Carne: la más recomendable, por tener una digestión más fácil, es la carne blanca (pollo, pavo)

-          Alimentos con probióticos, como el yogur: cuidan nuestra flora intestinal, lo que mejora nuestras digestiones


Pero no podemos olvidarnos de que debemos acompañar una alimentación sana con la práctica de ejercicio físico, a través del cual, además, estaremos generando endorfinas u “hormonas de la felicidad”.