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miércoles, 21 de mayo de 2014

DIFERENCIAS EN LA ALIMENTACIÓN ENTRE FUMADORES Y NO FUMADORES

Por norma general, se ha comprobado que los fumadores comen peor que las personas que no fuman, por lo que a los efectos nocivos que ya tiene el tabaco por sí mismo, añaden los derivados de una incorrecta alimentación.

Todos sabemos que a través de nuestra dieta podemos ayudar al organismo a hacer frente en mejores condiciones a algunos tipos de cáncer, problemas cardiovasculares y mucho más. Por ello es muy importante, desde un punto de vista preventivo, seguir una alimentación saludable. Esto cobra mucha más importancia cuando hablamos de un fumador ya que tiene un factor de riesgo añadido con el tabaco.

Se han hecho diversos estudios para comparar los hábitos dietéticos de fumadores y no fumadores y los resultados obtenidos son interesantes.
Un fumador conoce menos el riesgo de sufrir una enfermedad coronaria, tiene una menor intención de adoptar hábitos saludables en su vida y su concepto de una dieta sana es más pobre que en el caso de los no fumadores.

Las personas fumadoras consumen menos nutrientes al tomar en menor cantidad alimentos como vegetales y frutas, situación de riesgo ya que en su caso existen determinados nutrientes que pueden ser más necesarios. Es el caso de minerales como el selenio, carotenoides o vitaminas como la E y C.
En el caso concreto de la vitamina C, decir que se considera el principal antioxidante hidrosoluble, atacando los radicales libres producidos por el tabaco que dañan el ADN celular, las grasas y las proteínas. El problema está en que se ha visto que las concentraciones de esta vitamina en leucocitos y suero en fumadores son inferiores que en no fumadores.

En cuanto a las carnes, las personas fumadoras suelen preferir carne de cerdo antes que carnes blancas (pollo, pavo) o pescados.

La dieta de los fumadores apenas contempla la fibra, nutriente que disminuye la producción de sustancias carcinógenas, favorece la producción de ácidos grasos de cadena corta y aumenta la microflora intestinal.
En cambio suele ser más rica en grasas saturadas, como la mantequilla, sustancias que ya de por sí pueden dar lugar al desarrollo de arterioesclerosis, y que sumadas al efecto del tabaco, multiplican este riesgo.

También parece ser una norma bastante generalizada el mayor consumo de sal, con la consecuente elevación de la hipertensión arterial, y de alcohol, por lo que al potencial efecto de sufrir cáncer de boca por el tabaco se suma el debilitamiento de la mucosa oral provocado por el alcohol.

Pero, ¿y los ex fumadores? En diferentes estudios se ha comprobado que dejar de fumar ha provocado una mejora en la dieta de las personas, incrementándose el consumo de verdura, fruta y hortalizas (fibra y antioxidantes), eligiendo con mayor frecuencia pollo, más pescado… Todo esto hace que se aporten al cuerpo mayores cantidades de nutrientes beneficiosos como el ácido nicotínico, ácido fólico y vitamina C.

Si tenemos en cuenta que una alimentación incorrecta es el segundo factor de riesgo de cáncer después del tabaco, ¿no vale la pena hacer un esfuerzo por mejorar ambos hábitos de nuestra vida?


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