Son
muchos los motivos por los que una persona puede perder las ganas de comer:
enfermedad, depresión, estrés, problemas personales… En estos casos, debemos
esforzarnos para volver a estimular su apetito y que recuperen el placer de
comer.
Aspectos
fundamentales a tener en cuenta son la vajilla, las combinaciones de colores,
la decoración y la presentación de la comida. Todos sabemos que los alimentos
primero “entran por los ojos”, de manera que debemos prepararlos para que
llamen la atención.
Además
es de gran ayuda elegir los alimentos preferidos de la persona en cuestión y
procurar servirlos aprovechando el aroma que pueden desprender al prepararlos.
Alimentos
muy usados en las dietas con enfermos son el filete de ternera, la pechuga de
pollo o el lomo a la plancha. Se trata de opciones que resultan secas y
difíciles de comer, pero si por ejemplo servimos el lomo cocinado a la cazuela
con limón y canela o a la plancha con naranja o piña, tendrá un aspecto y sabor
mucho más apetecible. Y en cuanto a la pechuga de pollo, la podemos acompañar
de salsa de calabacín o de champiñones.
Si
vamos a servir judías verdes, las podemos mezclar con champiñones, calabaza o
sopa de tomate en lugar de patatas cocidas.
Si
estamos hablando de una dieta por enfermedad, debemos tener cuidado de aportar
al enfermo toda la energía que necesita, pudiendo ser necesario recurrir al
enriquecimiento de los platos con quesos, frutos secos, aceitunas o aguacate.