Al levantarnos por la mañana, lo hacemos llenos de energía. Pero a lo largo del día, esta energía se va agotando y solemos llegar a la hora de la cena cansados y sin ganas de nada, y menos de cocinar…
Por este motivo, la cena suele ser la comida menos cuidada del día, recurriendo a los precocinados, a la comida preparada, a bocadillos o, simplemente, a no tomar nada. Otra de las opciones es ir revisando lo que tenemos y picotear un trozo de pan, un yogur, una fruta, un poco de queso…
Lo que conseguimos de esta manera es, por un lado, comer demasiado la mayoría de las veces por no prestar verdadera atención a lo que vamos tomando; y por otro lado, abusar de comida que no es del todo saludable. El problema es que todo esto nos va a generar aumentos de peso, digestiones pesadas o indigestión.
Lo que debemos hacer es cuidar nuestras cenas, dedicarles el tiempo que se merecen y preparar algo que realmente sea sano y nos aporte lo que necesitamos para completar nuestro menú diario. E igual de importante que la calidad de lo que comemos es la cantidad, ya que debemos de intentar que sea la justa para evitar inconvenientes en el futuro.
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