La
alimentación de los niños es un tema muy importante que preocupa a los padres y
a la sociedad en general. Muchas veces se hace difícil conseguir que un niño
lleve una dieta sana y equilibrada acorde con su edad porque existen alimentos
que no les gustan, otros que no les apetecen… Aprovechando esto, han salido al
mercado diversos productos que, en un principio se nos presentan como ideales
para niños. Pero… ¿esto es verdad? Vamos a hablar de algunos de estos alimentos
a continuación.
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Zumos de frutas: muchos son anunciados como naturales, por lo que nos
lo venden como una manera de consumir fruta, pero no es lo mismo… Muchos zumos
comerciales pecan de un exceso de colorantes, aditivos y edulcorantes; además
de contener todo el azúcar presente en la fruta y carecer de la fibra que ésta
sí tiene.
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Zumos con leche: se venden como un producto en el que podemos obtener
al mismo tiempo los beneficios de la leche y de la fruta. El problema es que no
son muy diferentes de los zumos de frutas comerciales normales y la cantidad de
leche que contienen es muy escasa.
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Formas de jamón y queso, de pollo, y palitos de pescado: se presentan
como una alternativa fácil, rápida y divertida para que los niños coman pescado
y otros nutrientes. El problema está en la gran cantidad de grasas saturadas
que pueden contener este tipo de productos, además de que nunca podremos estar
seguros de qué es realmente lo que contienen. Suelen contener además varios
aditivos y tener exceso de sodio.
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Barritas de cereales a base de leche: se anuncian como una manera de
que los niños obtengan calcio, pero además de este mineral contienen gran
cantidad de azúcares y grasas, no tan beneficiosos…
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Cereales de desayuno: muchos tienen colores llamativos y sabores
atrayentes, pero además de proporcionar energía al niño, le aportarán una
cantidad elevada de azúcares simples e incluso grasas.
Muchos
adultos se dejan convencer con la publicidad de los productos y acaban por
comprar estos alimentos porque a sus hijos les llaman la atención. Pero no
debemos olvidar que en la dieta, y sobre todo en la de un niño, hay que valorar
la calidad de lo que se consume dejando de lado muchas veces lo que pueda
decirnos la publicidad o la rapidez y comodidad que podamos obtener de un
producto determinado.
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