Si
durante todo el año existe un riesgo de caer en un trastorno nutricional, en
esta época en que todo el mundo comienza a hablar de la “operación bikini”,
este riesgo es aún mayor. La sociedad de
hoy en día “nos exige” un nivel de culto al cuerpo que muchas veces se nos va
de las manos dejando en un segundo plano nuestra salud, algo realmente muy
peligroso.
Seguramente
ya conoces trastornos alimentarios como la anorexia o la bulimia, pero existen
otros que quizá son menos conocidos pero igualmente peligrosos, como el
síndrome del espejo o dismorfofobia.
Este
síndrome está caracterizado porque la persona, ante el espejo, percibe una
imagen exagerada y distorsionada de sí misma, de modo que aparecen defectos
inexistentes y se exageran los rasgos menos favorables. La consecuencia de ello
es que la persona comenzará a tomar medidas frente a todos esos rasgos que
percibe que no le gustan, y es en ese momento cuando pueden aparecer problemas
añadidos como vigorexia, bulimia, anorexia u otros trastornos alimentarios.
Un
rasgo característico de las personas que sufren el síndrome del espejo es que
se vuelcan en la actividad física practicándola de modo excesivo para eliminar
grasa que en realidad no existe, o se somete a operaciones estéticas que no
necesita para ver mejor su cuerpo.
El
síndrome del espejo viene acompañado de depresión y problemas para relacionarse
con los demás, ya que la única obsesión de estos pacientes es encontrarse
defectos corporales a diario, lo que provoca que sufran miedo al rechazo y
presenten una baja autoestima.
No
debemos olvidar que este trastorno tiene un componente psicológico, por lo que
para superarlo es necesario acudir a un psicólogo que nos ayude a dejar nuestro
problema atrás y a volver a encontrarnos a gusto con nosotros mismos. Además,
seguir una alimentación sana y equilibrada va a ser clave para que nuestro
cuerpo esté sano por dentro, lo que se reflejará en una imagen saludable y
bella por fuera.
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