Con el
ritmo de vida que llevamos hoy en día, muchas veces la hora de comer es el
único momento del día donde podemos “arrancar” unos minutos para practicar
deporte. Y ahí es donde surge la duda: ¿es mejor comer antes o después de hacer
ejercicio?
Tanto
una elección como la otra son válidas, pero hay que tenerla en cuenta a la hora
de escoger el tipo de comida que vamos a ingerir y el tipo de ejercicio que
vamos a realizar.
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Antes de comer: si el ejercicio lo hacemos antes de la comida, debemos
intentar que no hayan pasado demasiadas horas desde la última vez que ingerimos
algún alimento. De esta manera vamos a evitar que la fatiga aparezca provocando
una disminución de nuestro rendimiento por agotamiento de las reservas
energéticas (el glucógeno que almacenamos en el músculo cuando ingerimos
hidratos de carbono). Por esta razón, tomar un bocadillo a media mañana o un
ligero tentempié justo antes de comenzar con el ejercicio (una barrita
energética, un plátano o unas galletas) nos va a ayudar a aprovecharlo más y
mejor.
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Después de comer: se decidimos hacer ejercicio después de comer,
debemos intentar que hayan pasado al menos 1 hora y media o 2 horas desde la
comida para evitar sentir pesadez de estómago. Como por cuestiones de tiempo
esto muchas veces no es posible, la otra opción es escoger ejercicio que no
requiera un movimiento muy intenso (step, ejercicios de musculación, remo…). En
la comida conviene dejar de lado alimentos líquidos (cremas, caldos o sopas) a
favor de alimentos más consistentes. La composición debe de ser,
principalmente, hidratos de carbono complejos o de absorción lenta (pasta,
patatas, arroz, cereales integrales…), que se acompañarán de proteínas y, de
postre, un yogur y una fruta o zumo.
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