Mucha
gente suele tomar un café o un té después de comer por varios motivos (por
gusto, por estar de “sobremesa”, para mejorar la digestión…). Pero lo cierto es
que nunca nos hemos planteado si se trata de un hábito bueno o malo…
Existe
una gran variedad de bebidas que nos podemos tomar después de comer, desde el
típico café a las infusiones de frutas o hierbas, pasando por el té de
cualquier tipo. Lo que debemos tener en cuenta es que, tanto el café como el
té, debido a su contenido en polifenoles, pueden interferir en la absorción del
hierro de los alimentos ingeridos si el tiempo entre la comida y la bebida en
inferior a 2 horas.
Por
otro lado, existen variedades de té que nos van a ayudar a mejorar nuestras
digestiones y, además, pueden evitar que nos “pasemos” consumiendo algo dulce y
con grasas (sinónimo de calorías) después de comer.
Pero si
hay un rey de las sobremesas, ese es el café. El problema es que esta bebida
puede provocarnos ansiedad y nervios, provocando en nosotros el deseo de tomar
algo dulce cuando nuestra glucemia ha bajado tras las comidas. Además, corremos
el riesgo de que nos provoque insomnio, impidiendo nuestro descanso.
Lo
ideal para evitar los inconvenientes y aprovechar las ventajas del café o del té
es tomarnos una taza después de comer, pero cuando hayan pasado al menos 2
horas de la finalización de la comida. De esta forma seguiremos disfrutando de
nuestro “momento de relax” y además aprovecharemos todos los beneficios que nos
puede brindar esta costumbre.
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