En
nuestra dieta los hidratos de carbono tienen un papel destacado, ya que deben
aportarnos aproximadamente un 55-60% de la energía total diaria. Pero hay que
tener cuidado de no pasarse y consumirlos de manera poco adecuada y sin
control, lo que va a dar lugar a una dependencia en nuestro organismo conocida
como adicción a los hidratos que puede tener consecuencias desastrosas en
nuestro cuerpo.
En
ocasiones podemos sentir unas ganas irrefrenables de consumir hidratos de carbono
que provengan de harinas, deseo que se fundamenta en una falsa demanda de
energía que experimenta nuestro cuerpo. Todo este proceso tiene una explicación
a nivel fisiológico.
Las
harinas refinadas están básicamente formadas por hidratos de carbono que van a
dar lugar a glucosa una vez que sean metabolizados por nuestro organismo. La
glucosa va a hacer que aumenten las reservas de glucógeno de nuestro cuerpo,
aportándonos energía. El problema es que las harinas refinadas es que se
digieren rápido, provocando que el aumento de glucosa sea elevado. Para tratar
de contrarrestar este aumento repentino de glucosa, el cuerpo segrega insulina,
hormona que transportará la glucosa a las células para que se transforme en
energía o se acumule en forma de grasa.
Cuando
la glucosa ha llegado a las células, la insulina ha terminado su trabajo y
disminuye su concentración en sangre; siendo ahora el turno del glucagón,
hormona que va a transformar la grasa almacenada en energía. Ambas hormonas
deben encontrarse en perfecto equilibrio para que nuestro organismo funciones
de la manera correcta. Y aquí es donde viene el problema: al consumir muchas
harinas refinadas, la insulina aumenta su concentración, pero el glucagón no,
por lo que nuestras reservas de grasa del organismo no se van a utilizar,
generando una necesidad de consumir más alimentos ricos en hidratos de carbono
cuando el glucógeno se agota.
Mediante
el sistema anterior, se producirá un aumento de peso importante y un aumento de
las reservas de grasa en el organismo, lo que conlleva igualmente un problema
en nuestro sistema circulatorio.
Por
ello, hay que tratar de dejar un poco de lado el consumo de harinas refinadas (no eliminarlo completamente), para
evitar que nos generen una dependencia, y aumentar la presencia de harinas
enteras (integrales) en nuestra dieta. Estas harinas integrales contienen
hidratos de carbono complejos, de manera que la energía que nos proporcionan se
va liberando lentamente (tardan más en metabolizarse). Des esta forma,
tendremos energía durante todo el día y el organismo podrá mantener en
equilibrio los niveles de insulina y glucagón para que podamos utilizar las
reservas de energía en forma de grasa que tenemos en el cuerpo.
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