Cuando
pensamos en pizza todos solemos asociar este alimento a comida rápida y, por
tanto, con un elevado contenido calórico y de grasas. Pero no tiene por qué ser
siempre un enemigo de aquellas personas que quieren adelgazar o mantener una
dieta equilibrada.
La
pizza es un alimento que ya tomaban los egipcios usando masas de cereales
aliñadas con hierbas aromáticas y queso, y se trata de uno de los productos
básicos de la dieta mediterránea.
Está
compuesta por diferentes ingredientes, lo que le aporta una gran variedad de
nutrientes. Los hidratos de carbono que contiene la pizza son hidratos
complejos, cuya absorción es lenta dando al organismo un aporte de energía
constante. Su elevado contenido en almidones hace que sea más digerible que otros
alimentos, además de evitar la formación de ácido úrico en nuestro organismo.
Las
pizzas tienen un elevado contenido en vitaminas B1 y PP, así como
hierro.
Si la
pizza lleva aceitunas, estaremos añadiéndole además vitaminas A, D, E y K y HDL
(“colesterol bueno”).
La
mozarella, ingrediente de toda pizza que se precie, es un queso con elevadas
dosis de proteínas animales pero con gran contenido de grasas, por lo que no es
muy recomendable en una dieta de adelgazamiento. Pero a día de hoy existen en
el mercado mozzarellas desnatadas que nos permitirán disfrutar de una pizza
aunque queramos mantener nuestra línea.
Las
hierbas aromáticas que lleva la pizza van a aportarle una función depurativa y
antiséptica.
Cabe
destacar que estamos teniendo en cuenta la pizza casera elaborada por nosotros
mismos para poder controlar la calidad y el tipo de ingredientes que le
añadimos. Las pizzas comerciales refrigeradas o congeladas suelen aportar al
organismo una mayor cantidad de grasas saturadas y calorías que debemos evitar
en la medida de lo posible. Siempre es mejor lo casero, y podemos elaborar un
plato único que nos aporte una gran cantidad de nutrientes y beneficios de
manera fácil y rápida.
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