¿Quién
no ha disfrutado alguna vez de esas comidas de fin de semana donde terminas que
parece que has comido para los próximos 3 días? ¿Esas comidas de abuela que
saben a gloria bendita?
Una de
las costumbres que hace tiempo que existe es la de que los abuelos se encargan
de darle la merienda a los nietos, costumbre que, cada vez más debido al ritmo
de vida actual, se mantiene y se ha extendido al desayuno e incluso a la
comida. Por ello, de lunes a viernes la alimentación de los niños está más en
manos de los abuelos que de los propios padres, dando la oportunidad a los
niños de descubrir la “cocina de verdad” y dejar de lado la comida preparada y
cocinada con prisa.
Y es
que una gran cocinera se esconde en el interior de cada abuela. Ellas saben en
qué época del año es mejor comprar cada alimento para aprovecharlo al máximo y
conocen los mejores trucos de cocina para que esos alimentos tengan un sabor
delicioso (¿acaso hay algo mejor que unas croquetas o una sopa casera?).
Pero lo
que sí es verdad que en la comida de la abuela hay algunos fallos que deberían
ser solucionados: la cantidad de aceite y sal que utilizan, la combinación de
alimentos y el tamaño de las raciones.
Un
desayuno de abuela genuina estará compuesto de alimentos como pan duro del día
anterior, tostado para que recupere su ternura y untado con mermelada o incluso
acompañado de requesón con miel y membrillo; sin olvidarnos de la leche y un
zumo de naranja recién exprimido.
Y no
enviarán a su nieto al colegio sin nada en los bolsillos, ya que les prepararán
pan con chocolate, una manzana de su propia huerta o incluso un trozo de
bizcocho casero. Todas estas opciones son igualmente válidas para la merienda,
junto con bocadillos de embutido, plátano, queso… De esta forma estarán
evitando que los niños caigan en la tentación de la bollería industrial.
En
cuanto a la comida, es uno de los momentos donde más errores se cometen en
cuanto a cantidades y combinaciones de alimentos. Unas buenas opciones pueden
ser un plato de macarrones con salsa de tomate, verduras (espinacas con
bechamel, judías verdes con patata) con carne o pescado (albóndigas caseras, un
trozo de merluza, un filete de ternera), fideuá, paella, estofado de legumbres,
calamares en su tinta con arroz blanco, ensalada de pasta con queso fresco y
nueces… Y de postre podemos optar por fruta a diario y, una vez a la semana,
repostería casera (natillas, bizcocho, flan…).
Si nos
fijamos en la sal utilizada por las abuelas, podremos observar que es excesiva,
teniendo en cuenta la propia sal que aportan los alimentos. Por tanto, reducir
la cantidad de sal utilizada a la hora de cocinar va a ayudar a que sus nietos
gocen de una mejor salud. Lo mismo ocurre con el aceite de oliva, que a pesar
de ser muy nutritivo y bueno para la salud cardiovascular, en exceso puede ser
perjudicial. Por ello hay que tener cuidado en las cantidades utilizadas en los
fritos (siempre ponerlos en un papel absorbente tras cocinarlos) y en salsas u
otro tipo de comida.
De
todas formas, sea como sea, todos estamos de acuerdo en que la comida de la
abuela es única y debemos disfrutarla todo lo que podamos, si bien es verdad
que las abuelas deben tener en consideración algunos de los consejos arriba
indicados para que, además de sabrosa, su comida sea más saludable.
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