Todos
hemos escuchado (o incluso dicho) alguna vez “No me gusta este alimento o aquel
otro”, “¿Y lo probaste?”, “No, pero no quiero”. Esto suele ser habitual en
niños a la hora comer, pero también hay adultos en el mismo caso. La aversión a
ingerir una comida determinada o la repulsión a un alimento concreto está
catalogado como un tipo de fobia hacia los alimentos o hacia el propio acto de
comer.
Se da
un caso de fobia alimentaria cuando, tras descartar las preferencias o gustos
personales alimentarios, el tener que probar un alimento ocasiona en la persona
una fuerte ansiedad que se acompaña de miedo irracional e intenso, además de un
rechazo compulsivo, inmediato y profundo hacia el alimento en cuestión. Para
diagnosticar y tratar una fobia alimentaria es básico explorar las emociones
que la persona experimenta ante la comida, ya que en caso de fobia suele
asociarse el alimento con sensación de malestar profundo, peligro, o con una
experiencia desagradable.
Las
causas de una fobia alimentaria pueden ser muy diversas: atragantamiento con
ese alimento, pesadillas infantiles el mismo día que se ingirió el alimento,
sensación de malestar tras su consumo, atención excesiva y continua frente al
contenido de la comida por parte de los padres, asociación de un mal recuerdo
al consumo de ese alimento, percepción de acoso continuo por parte de los
padres para que se coma ese alimento… Debido a lo anterior, se da lugar al
desarrollo de un trauma en la época infantil, dando como resultado el rechazo
de esa comida. Si esta fobia es grave, se notará en las relaciones personales,
en las actividades cotidianas y a la hora de intentar mantener una alimentación
equilibrada.
Existen
diferentes tratamientos para las fobias alimentarias. Los primeros especialistas
a los que deben acudir las personas que sufren este problema son los psicólogos.
Estos especialistas indican que cuanta más presión se ejerza sobre el niño para
que supere el problema, más se agravará éste, pudiendo derivar en una fobia
crónica. Esta posibilidad es mayor si se llega a críticas o amenazas que
provocarán que el niño relacione ese alimento con una situación tensa y
desagradable.
Las
fobias alimentarias más comunes se dividen en 2 grupos: fagofobia (miedo a
tragar) y neofobia (rechazo de alimentos nuevos). Hablaremos de casa uno de
estos grupos en posteriores entradas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario