Por
todos es sabido desde siempre que la leche tiene un papel fundamental en la
alimentación de niños y adolescentes, pero ahora parece que es un alimento
prescindible en la etapa adulta. Desde hace décadas es una cuestión que ha
generado y sigue generando controversia ya que hay incluso quien apunta que no
sólo se trata de un alimento prescindible para los adultos, sino que podría no
ser saludable para los mismos.
Lo que
sí está claro es que la leche tiene una alta capacidad nutricional y tanto este
alimento como sus derivados están presentes en la alimentación de los países
occidentales (en España se consumen cerca de 0.4 litros por persona y día de
leche y productos lácteos).
Desde
el punto de vista nutricional, hay que decir que la leche aporta proteínas de
alta calidad, lactosa (azúcar) y una nada despreciable cantidad de vitaminas y
minerales, destacando el calcio.
La
leche es el primer alimento que ingiere el ser humano y es una parte esencial
de su dieta durante los primeros años de vida, siendo imprescindible en las
etapas de crecimiento porque la combinación de sus nutrientes ayuda de forma
decisiva a la formación y fortalecimiento de huesos y dientes.
Pasadas
la infancia y la adolescencia, la leche deja de ser imprescindible para
convertirse en un alimento más. Hay personas que presentan alergia a la
proteína de la leche y otras que tienen intolerancia a la lactosa, por lo que
existen en el mercado leches bajas en lactosa que incorporan lactasas (la
enzima que hace falta para poder digerir la lactosa de la leche y que suele
encontrarse en la mucosa intestinal).
La
leche entera es relativamente rica en grasas (3.5%) y bastante energética (65
Kcal/100 ml), por lo que las leches semidesnatadas y desnatadas son una buena
alternativa ya que aportan la misma cantidad de proteínas, azúcares (lactosa) y
calcio, pero con menos grasa. Además, la leche entera contiene bastante grasa
saturada (aunque parece no ser tan dañina como la procedente de aceites
vegetales presente en repostería industrial y margarinas) y colesterol,
mientras que la desnatada apenas los tiene. A falta de estudios más amplios, la
grasa saturada de la leche podría ver reducido su impacto negativo en la salud
cardiovascular por lo efectos del calcio y los péptidos bioactivos de la leche,
que contrarrestarían ese perjuicio.
La
leche es un alimento conocido fundamentalmente por su aporte de calcio ya que,
aunque lo contiene en menor cantidad que los frutos secos, legumbres o verduras
de hojas verdes, el calcio de la leche es de gran biodisponibilidad, por lo que
nuestro cuerpo lo absorbe más y lo asimila mejor. El motivo de ello es que en
la leche se da la proporción ideal entre calcio y fósforo y, además, la
presencia de lactosa y proteínas favorecen la absorción del calcio y su fijación
y acumulación en la masa ósea.
La
leche aporta cantidades moderadas de vitaminas del grupo B (especialmente B12)
y algunos minerales. La creencia popular de que la leche es fuente de vitamina
D es errónea, ya que la presencia de esta vitamina es prácticamente nula o
despreciable. Si nos apoyamos en la ley, no podemos considerar a la leche
“fuente” de vitaminas A y D, ya que 100 g de producto no cubren el 15% de las
recomendaciones de ingesta de estas vitaminas.
Las
leches enriquecidas o modificadas aportan propiedades nutritivas que pueden ser
interesantes, pero hay que tener cuidado de no sobrevalorarlas ya que la
mayoría son prescindibles para la mayor parte de la población. Si nos fijamos
en la normativa de la UE, una leche enriquecida debe contener al menos el 15%
de la CDR (Cantidad Diaria Recomendada) en 100 ml del nutriente en cuestión.
Para un adulto, la CDR de la vitamina D es 5 microgramos, por lo que una leche
enriquecida en vitamina D se considerará como tal a partir de 0.75 microgramos
de vitaminas D por cada 100 ml.
En el
caso de los productos lácteos con fibra soluble, no son muy significativos ya
que aportan unos 2 gramos de fibra cada 200 ml, cantidad que podemos lograr
fácilmente con otros alimentos como cereales integrales, pan, legumbres… La
gran baza de estos productos es que la textura de esta leche desnatada es
similar a la de la leche entera,
haciéndola más apetecible para los consumidores que otras leches desnatadas. La
leche con grasa vegetal y libre de colesterol sustituye la grasa saturada de la
leche por grasa vegetal insaturada (más saludable), siendo adecuada para
quienes sufren problemas de corazón y circulación.
La
leche con omega 3 sustituye parte de la grasa natural (concretamente la
saturada) de la leche de vaca por grasa poliinsaturada omega 3, beneficiosa
para la salud. Su interés nutricional es relativo ya que los pescados azules
(bonito, salmón, trucha) contienen entre 3 y 10 veces más omega 3 que el
alimento enriquecido que más contiene de entre todos los disponibles (huevos,
leche, galletas, bebidas de soja, aceitunas rellenas de anchoa). Es decir, que
el consumo de este tipo de leche sólo sería interesante para personas con
alergia al pescado o aquellos que no lo consumen por cualquier otro motivo. Hay que
recordar que los ácidos grasos omega 3 se encuentran también en los aceites de
semillas (maíz, girasol, soja) y en los frutos secos.
¿Un vasito de leche?
No hay comentarios:
Publicar un comentario